DEL FUTURO INCIERTO / Nacho Ruiz (Galería T20)

Mi metáfora del tiempo en relación con el pasado y el futuro es la onomatopeya que todos usamos: Tic – Tac. Tic es el pasado y Tac el futuro, de manera que tac pasa a ser tic en el siguiente paso y así sucesivamente hasta componer la historia, cuya mejor definición es aquello de la sucesión de sucesos sucesivamente sucedidos. De esa manera entendemos la forma en que envejecemos y morimos (Tic) y otros nacen (Tac).

Sencillo y aterrador.

En la necesidad de cierta poesía en el paso de nuestros Tic y Tac inventamos la idea de futuro, una idea que para los griegos ofrecía la seguridad de estar sometida al concepto de destino inapelable planteado por la voluntad caprichosa de los dioses, que los cristianos, judíos y musulmanes abrazaron como una solución a la incertidumbre que plantea el libre albedrío. De esa forma el Tac nos da menos miedo, porque debe haber una conciencia superior que lo tiene previsto.

Pero la palabra “futuro” implica más que el paso mecánico del tiempo. El Tac trae progreso y el Tic experiencia ¿qué podía salir mal? Sin embargo no siempre fue así, de hecho hay muchas fases de la historia en las que el paso del tiempo representa una involución, especialmente en el siglo XVII. La Guerra de los 30 años trajo el canibalismo a Europa. En el medievo las Cruzadas lanzaron a miles de criaturas a lo que se llamó la “Cruzada de los niños”. En 1212 un infantil profeta habría movilizado hasta a 20.000 que habrían muerto de hambre o fueron vendidos como esclavos en Alejandría antes de llegar a Jerusalén. El fanatismo es el Tic. En el siglo XX las máquinas propiciaron la muerte de no menos de 100 millones de personas. A veces la modernidad es también el Tic.

Ante esta situación nos sentamos hoy para preguntarnos por el futuro en términos de progreso. Estamos sufriendo un shock global. Se nos han proporcionado medios de desahogo comunicativos, de manera que contamos en tiempo real ante audiencias variables y, de esa forma, no acumulamos la rabia que corresponde a la pérdida de casi todo, a una desorientación como nunca habíamos sentido. En una guerra los sentimientos son unívocos, existe un enemigo en el que focalizamos el odio. Matamos o morimos pero no tenemos que plantearnos mucho más. Ahora ni matamos ni morimos, solo nos planteamos la física y la metafísica del presente ante la inutilidad de mirar al pasado en busca de respuesta (el Tic es inútil) y no podemos vislumbrar nada del futuro (el Tac es más incierto que nunca) así que nos sentamos en la oscuridad, como el hombre ignorante de Goethe, y en vez de nuestros 3.000 años vivimos solo el día, pero es que el día es una batalla a ciegas contra nadie.

Entre tantas respuestas a este día oscuro, a este Tic Tac sin coordenadas, ha habido respuestas de todo tipo: heroicas, irresponsables, fascistas… pero ha faltado una: la del arte. No me refiero a las actuaciones en redes, que por fin van remitiendo. Tampoco a compartir lo que se está pintando, eso que tanto confunde la solidaridad con la autopromoción. No recuerdo un solo artista cuya respuesta a lo que vivimos sea épica ni memorable.

Cuando el futuro nos mire no encontrará una sola obra epocal en nuestra producción. No habrá un “Dos de mayo” ni un “Triunfo de la muerte”, solo una multitud de síntomas de miedo en personas pequeñas que vivieron entre un Tic del que no se extrajo ninguna lección y un Tac que nos trajo todo el miedo del mundo ante la pregunta que siempre se hacen los apocalípticos ¿y si no hay futuro? a la que añadiría “como siempre lo entendimos”.


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