ENRIQUE MORENO; VANGUARDIA, PERIFERIA Y TRASMISIÓN / 

Marta Valenzuela y Rubén Serrano

Enrique Moreno Rodríguez, que llegaría a ser conocido como ‘El Fenómeno’, nació, el 14 de abril de 1900, en Montalbán de Córdoba. De familia humilde, creció en un entorno rural, entre el trabajo en el taller de herrería del padre y las peonadas en el campo. Buscando un mejor porvenir, la familia se trasladó a La Rambla cuando aún era niño. Sin cursar estudios primarios, fue forjándose como un joven con inquietud intelectual y espíritu rebelde. Una incipiente vocación artística, con afán autodidacta, que le llevó a realizar trabajos como un busto del político rambleño Alejandro Lerroux, le encaminó a estudiar dibujo, vaciado y modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, donde accedió, con el respaldo del también político Manuel Villalba, gracias a una beca. En la década de los años 20, tuvo la oportunidad de realizar diferentes estancias de estudios, respaldadas por la Diputación Provincial, en Madrid, Roma o París, foco de la efervescencia artística del momento. Puso su mirada en el trabajo del croata Ivan Mestrovic, además de en otros maestros rusos; influencias que asimiló para llevárselas a un lenguaje propio.

De regreso a Córdoba, Enrique Moreno se erigió como uno de los más importantes embajadores de las corrientes de vanguardia que recorrían Europa. Por su brillantez y la elocuencia de sus intervenciones, empezaron a llamarlo El Fenómeno. Si tenemos en cuenta que Córdoba estaba dominada por una producción artística tradicionalista, que además estaba financiada por el poder político y que rechazaba sistemáticamente todo aquello que desprendiera modernidad, entenderemos aún más el carácter emancipador que representó la actividad de Enrique Moreno para la ciudad. Abrió el camino para que se sumaran artistas como Ángel López Obrero o Rafael Botí, además de hombres de la cultura como el librero Rogelio Luque o el procurador Rafael Castiñeira, director de la revista Córdoba Libre. Moreno destacó en la plástica, pero también en la teoría, transmitiendo su conocimiento por medio de numerosos escritos. Así pues, supone un modelo de referencia con sus obras y, a la vez, dota de soporte teórico a los artistas.

Cuarteto de cuerda en el cafe suizo. Enrique Moreno.

Tertulia en el Café La Perla. Enrique Moreno.



Para lograr sus objetivos, el escultor llevó a cabo la exposición de sus planteamientos teóricos utilizando los medios que tuvo al alcance, como fueron las principales publicaciones de la época. En este caso, los periódicos y revistas de la ciudad, que, si ya resultaron indispensables durante la dictadura de Primo de Rivera, aumentaron considerablemente en número y en variedad con la proclamación de la II República. Como ejemplo, quedan sus escritos en Diario Liberal, La Voz, Revista Actualidad, El Sur o Revista Popular, de la que también fue redactor, junto con Política Popular, Política Semanario y Sol de Andalucía.

Los escritos, conferencias y charlas de los que se tiene constancia versan sobre distintas temáticas. Entre ellas, se encuentran reflexiones sobre las vanguardias y el hacer de los vanguardistas; los diferentes ismos, como el surrealismo, con Salvador Dalí y la pintura española; también se menciona a Picasso, al cubismo y a las artes plásticas en toda su dimensión; además de desarrollar cuestiones filosóficas y sociológicas generales. Definitivamente, como apuntó el filósofo Ortega y Gasset, amigo y compañero de Moreno, el problema que sufre todo arte nuevo reside en la impopularidad, por lo que las corrientes renovadoras tendrán que conquistar la popularidad, de manera que pasen inevitablemente por un proceso de marginación y de aceptación del rechazo.

Como fue prolífico en la producción teórica, no resulta sencillo elegir un artículo que ejemplifique la calidad de esta. No obstante, al tener en cuenta la importancia para el estudio de su obra, así como el interés que suscita para la consideración de los entornos rurales, haremos referencia al escrito que habla sobre el alto relieve que realizó en homenaje a Alejandro Lerroux. El artículo se titula La Rambla y su famosa Feria de San Lorenzo, y pone de manifiesto la necesidad de conocer el significado de los símbolos para la comprensión y análisis exhaustivo de cualquier obra de arte. En este sentido, Enrique Moreno expone de manera pormenorizada todos aquellos aspectos formales que tienen que ver con la obra, además de proyectar una magnífica explicación de la iconografía presente en ella. En este artículo queda patente, además, la condición de erudito del escultor, incluyendo el conocimiento y el dominio de saberes como la Historia, la Cultura, la Filosofía o incluso el estudio de la mística y las religiones. El documento también nos habla de la relación de Enrique Moreno con otros referentes intelectuales de la época, como el conocido crítico de arte Eugenio D´Ors, impulsor de la Academia Breve de Crítica de Arte, primera institución española encargada de la difusión y promoción de la actividad artística moderna y contemporánea. Tenemos conocimiento de ello, ya que el escultor deja pistas inequívocas, como la inclusión en su análisis de la teoría referente a “elevar la anécdota a categoría”, enunciada por el propio D´Ors en sus estudios sobre arte. Así pues, Moreno se apoya en estas cuestiones del pensamiento artístico para desarrollar su explicación sobre un elemento del relieve: la jarra de cuatro picos; indispensable para entender la idiosincrasia de La Rambla. Sobre el símbolo de la jarra y su relación con la localidad, Moreno apunta lo siguiente:

“Elevemos la jarra a categoría y que nos represente como expresión viva, de aportación local a la Historia Universal; elevemos a la categoría de símbolo a la jarra de barro cocido; ya tenemos permanentemente representada la historia local, particular y diferencial”.


Eduardo Lucena. Escultura pública de Enrique Moreno, Córdoba.

Muchas de sus reflexiones han sido extraídas gracias a la transcripción de sus charlas y conferencias en locales cordobeses tan emblemáticos como fueron el Café Suizo, el Café la Perla, el restaurante Bruzo o el Círculo de la Amistad. Todos estos lugares, incluyendo liceos artísticos y literarios, que albergaron exposiciones, concursos y actividades de toda índole, actuaron como propiciadores de intercambios culturales, posibilitando que las incipientes corrientes de vanguardias fueran conocidas por toda una pléyade de intelectuales cordobeses. Así mismo, democratizaron y alargaron la vida del ambiente artístico de la ciudad, dando protagonismo a unos jóvenes a los que, en 1932, el profesor de Historia del Arte Ricardo Agrasot definía, con motivo de una exposición conjunta de Enrique Moreno y Rafael Botí en el Círculo de la Amistad, de esta manera:

“Si llegas, lector, a darte perfecta cuenta de esta significación de los jóvenes artistas Botí y Moreno, sentirás como dentro de ti se abren y se ensanchan las puertas de la simpatía hacia esas formas de arte que tienen el valor de apartarse de lo vulgar y corriente, para buscar nuevos y personales caminos”.

Sin lugar a dudas, podemos decir que Moreno entendió la necesidad de ser un artista total en una época en la que las nuevas corrientes se abrieron paso más rápido de lo que algunos pudieron asimilar. Llamó a la calma en todo momento, al comprender que la concepción del Arte había cambiado y se debía asumir la pluralidad de las propuestas como cuestiones de avance. Ejerció como escultor, docente, dibujante, poeta y literato; como caballo de batalla contra el conservadurismo artístico y como baluarte de las corrientes renovadoras; como pensador y transmisor de conocimientos; como fiel tertuliano y persona consciente de lo que se tenía y se debía hacer. El siglo XX fue testigo del surgimiento de muchas promesas, así como de la fugaz presencia de otras tantas. En esta tesitura desarrolló su carrera Enrique Moreno, precozmente genial, con dedicación a la renovación artística.

Sirvan estas líneas de homenaje a una figura de valor incalculable, para un artista al que arrebataron la vida por el capricho de unos cuantos cegados por un obstinado cesarismo moderno.





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